El prestigio de Muhammad Alí no se limitó al mundo del deporte o el espectáculo. Su figura fue inspiración en la lucha contra el Apartheid en Suráfrica, y gozó de mucho respeto dentro de la comunidad musulmana. Ello se evidenció en noviembre de 1990, pocos meses después que Irak invadiera Kuwait, cuando le hizo una visita de buena voluntad a Saddam Hussein en Bagdad, para intentar negociar la liberación de 15 estadounidenses que estaban secuestrados por el dictador.
Alí recibió muchas críticas, entre otras, de George H. W. Bush (entonces Presidente de Estados Unidos) y del New York Times, quienes expresaron su preocupación porque consideraban que el ex boxeador estaba "avivando las llamas de la propaganda". Sobre el tema, el New York Times escribió lo siguiente:
"Sin duda, la campaña más extraña de liberación de rehenes de los últimos tiempos ha sido la de Muhammad Alí, el ex campeón de los pesos pesados… a pesar de su incapacidad para hablar con claridad ha enlazado una reunión con otra en Bagdad. Y es que Alí se salió con la suya, a pesar de haber tenido que esperar 15 días para poder haber hablar con Hussein, y de haber quedado sin medicina para tratar su enfermedad. Así informó el New York Post: "La reunión de Muhammad y Saddam que se celebró el 29 de noviembre de 1990 estuvo abierta a los medios de comunicación. Alí esperó pacientemente mientras Saddam se alababa a sí mismo por haber tratado tan bien a los rehenes. Cuando vio la oportunidad, Alí le prometió a Saddam que llevaría a Estados Unidos una "visión veraz" de Irak. "No voy a dejar que Muhammad Ali vuelva a Estados Unidos", respondió Saddam, "sin que le acompañen varios ciudadanos estadounidenses". Y Alí consiguió llevarse a los 15 secuestrados. Algo notable si se tiene en cuenta que su única carta de negociación era su fama y credibilidad.
Mirando en retrospectiva, el ámbito religioso del boxeador fue muy importante, al punto que explica su lucha contra la injusticia, su arduo trabajo humanitario y la constante búsqueda espiritual que lo llevó en el 2005 a otra importante transición. Esta vez hacia el Sufismo, considerada la vertiente más mística y esotérica del Islam, que enfatiza más allá de la estructura religiosa, la conexión directa y personal con Allah (Dios).
Ya en el nuevo milenio en Estados Unidos parecía que la virulencia de las cuestiones raciales estaban superadas: habia un Presidente de raza negra, se abrían más espacios para los dreamers hijos de inmigrantes ilegales nacidos en los Estados Unidos, y las minorías étnicas alcazaban más espacios en el poder. Sin embargo distintos factores crearon "la tormenta perfecta" que cambió la tendencia de integración racial.
El primer evento sucedió como consecuencia de la política exterior de los Estados Unidos en los países musulmanes de Oriente Medio. El ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre del 2001 atribuido al grupo islámico Al Qaheda de Osama Bin Laden, más otros ataques terroristas de los Yihadistas, alimentaron la fobia de los estadonidenses hacia los musulmanes.
Paralelo a lo anterior, la economía de los Estados Unidos estaba en crisis y la clase media trabajadora de raza blanca le achacaba la culpa a los Tratados de Libre Comercio que quebraron las empresas norteamericanas y a los inmigrantes que les "robaban sus puestos de trabajo".
Y como tercer factor, en varios estados sureños de la unión americana se presentaron casos de brutalidad policial de carácter racista hacia civiles afrodescendientes, que despertaron gran indignación ante la laxitud de los jueces en el castigo a los desmanes de estos funcionarios públicos.
Estos eventos fueron aprovechados sin pudor por el multimillonario Donald Trump en su campaña a la presidencia de ese país por el partido Republicano. En dicha campaña el programa de Trump planteó acabar con los TLC, impedir que todos los ciudadanos musulmanes de ciertos países ingresaran a territorio de Estados Unidos, echar a todos los ilegales y construir un muro en la frontera con México para que los bad-people no pudieran ingresar.
En esta campaña electoral, y en su afán por desacreditar al entonces Presidente Demócrata, Barack Obama, (de quien años atrás había dicho que era musulmán y no estadounidense), afirmó vía Twitter: “Obama dijo en su discurso que los Musulmanes son héroes deportivos ¿De qué deporte está hablando y de quiénes?”. Inmediatamente hubo una avalancha de correos respondiéndole con un nombre en común: Muhammad Alí.
Y así fue como una figura que parecía de un lejano y ya olvidado pasado volvía a cobrar vigencia por culpa del odio racial. Donald Trump arreciaba en su incendiario discurso hablando del "peligro de los musulmanes" en un ambiente de miedo e indignación por los atentados Yihadistas en París, Niza y San Bernardino, California.
Muhammad Alí, ya un venerable y enfermo anciano con ansias de saborear la eternidad, no podía guardar silencio como guerrero que siempre fue. Y así, sin mencionar el nombre de Trump, escribió lo siguiente:
"Yo soy un Musulmán y no hay nada islámico en haber matado a gente inocente en París, San Bernardino, o en cualquier otra parte del mundo. Un verdadero Musulmán, sabe que la violencia absurda de los llamados Jihadistas va en contra de las creencias de nuestra religión".
"Nosotros como Musulmanes debemos de enfrentarnos a aquellos que usan al Islam para avanzar en sus agendas personales. Ellos han segregado a varios de aprender acerca del Islam. Los verdaderos Musulmanes conocen o deberían saber que forzar nuestra creencia en otros, va en contra de nuestra religión".
"Hablando como alguien que no es conocido por ser políticamente correcto, yo creo que nuestros líderes políticos deberían utilizar su posición para traer entendimiento acerca del Islam y clarificar que esos asesinos desviados, han pervertido la visión de los demás acerca de lo que Islam realmente es".
Cuando murió Muhammad Ali, Trump Twitteó: "Muhhamad Ali ha muerto a los 74 años. Realmente un verdadero campeón y un sujeto maravilloso. El será extrañado por todos".