En un mundo donde se segrega, margina y maltrata a los inmigrantes y minorías étnicas, sea en Estados Unidos, Europa o inclusive en nuestro medio, con los campesinos, indígenas y afrodescendientes que llegan a nuestras ciudades, se hace necesario recordar el mensaje que nos brindó Muhammad Ali quien a través del deporte y su vida pública, la cual a veces sin saberlo o quererlo, ayudó a dignificar la condición humana. Por ello en el diario EL CALEÑO hemos querido rendirle un tributo a este personaje mundial.
¿En dónde radicó la grandeza de Muhammad Ali? Para muchos estuvo en su innovadora y efectiva forma de boxear. Para otros, su genialidad radicó en su olfato para la publicidad y autopromoción. Para algunos más, su mayor logro estuvo en ser pionero en la oposición a la guerra de Vietnam, en su férrea defensa de los derechos civiles, especialmente de la comunidad afroamericana y en la inspiradora forma de enfrentar el mal de parkinson.
Pero ¿Qué tienen en común todas estos logros? El hombre detrás de ellos. Un hombre, propio de su tiempo, con virtudes y defectos, que continuamente buscó un lugar de reconocimiento en el mundo. Cuando ganó la medalla de oro olímpica, descubrió que sus esfuerzos y méritos por grandes que fueran, no serían fácilmente reconocidos por su color de su piel. Pero en vez de conformarse, luchó y se convirtió en un contestario radical, llegando incluso a cambiar su nombre de nacimiento, Cassius Marcellus Clay Jr., por Muhammad Ali. Al respecto dijo: "Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre”.
Y como hombre libre se negó obstinadamente a ocupar el lugar secundario que el país racista asignaba a todos los que no fueran blancos. "Soy el más bello", "Soy el más grande" le gritaba en la cara al público blanco mientras ganaba el título de campeón de los pesos pesados.
Después le llegó Vietnam. Se esperaba que como buen patriota y destacado deportista, que había obtenido su medalla olímpica ante boxeadores comunistas, aceptara el llamado a la guerra, no tanto para combatir sino para elevar la moral de la nación. Pero en vez de ello, Ali se negó al reclutamiento, alegando objeción de conciencia por su adhesión a los principios de una secta llamada "La Nación del Islam". En ese momento pronunció la memorable frase: «Pregunten todo lo quieran sobre la guerra de Vietnam, siempre tendré esta canción: “No tengo problemas con los Viet Cong… porque ningún Viet Cong me ha llamado nigger (negro)”». Toda una bofetada al sistema. Fue el primer personaje público en declararse en contra de la guerra de Vietnam y con ello inspiró el movimiento antibélico que se sumó a la creciente ola que luchaba por los derechos civiles en los Estados Unidos.
Pero, el "chistecito", por decirlo coloquialmente, le salió caro: la Comisión Atlética de Nueva York le suspendió su licencia por varios años, lo que le representó una pérdida económica estimada en cuatro millones de dólares de la época por las peleas que no disputó. Además, el gobierno le impuso una multa de 10.000 dólares, más una pena de prisión de cinco años. Aunque pagó fianza para no ir a la cárcel, su pasaporte le fue confiscado y no se le permitió pelear ni salir del país por tres años y medio. Así que durante ese tiempo vivió de las conferencias que daba. Ahora, ya nadie podría dudar de la seriedad y compromiso del "simpático bocón", como le llamaban. Con Vietnam, tal vez sin saberlo, su lucha dejó de ser sólo a favor de la comunidad negra, para también incluir a la masa de blancos y demás grupos étnicos inconformes con la guerra.
Después de la sanción, regresó y, aunque perdió en contra de Joe frazier, contra todos los pronósticos recuperó en su siguiente pelea su título de campeón. El gran deportista se convertía en leyenda. La figura de Ali, de renombre mundial, inspiraba al mismo tiempo el movimiento antiapartheid en Sudafrica, tal como en su momento lo reconociera Nelson Mandela. Después, el destino le llevó a su lucha más difícil: la enfermedad de Parkinson.
Mientras muchos obtarían por el retiro y el anonimato, Alí por el contrario decidió seguir luchando. Lejos del deporte, nunca dejó de ser figura pública y de promover distintas causas humanitarias hasta el último de sus días. Ya no era el contestario que peleaba en contra de los blancos, sino el místico musulmán sufista que buscaba comulgar con Dios, haciendo lo posible por todo el que sufre, sin importar su condición, nación, raza o credo. Ali ya no era sólo leyenda del boxeo. Ahora era inmortal inspiración para toda la humanidad.